Por Miguel Ángel Cuartero

A mis 45 años decidí hacer el Erasmus, una aventura que soñaba desde hacía mucho tiempo.
Lejos de ser una experiencia para personas jóvenes me aventuré a realizarlo, este recorrido tendría todos los ingredientes para hacerme sentir que estaba viviendo uno de los capítulos más intensos y emocionantes de mi vida. Llené mi furgoneta desde Murcia, con las maletas de Gisela, su bici, la mía y mis bártulos necesarios para dormir en la furgoneta, empezamos con ganas de aprender, con mucha curiosidad y, por qué no decirlo, con algo de miedo de lo desconocido. El destino era Toulouse, Francia, y cuando llegamos fuimos directos a la residencia Henry IV.
En ella, convivían personas mayores con diferentes patologías a parte de la edad, había diferentes áreas y salas, también poseían un área exclusivamente para personas con demencias, sala de rehabilitación, comedor, salas de descanso para el personal todas ellas adaptadas para personas con movilidad reducida. Sin duda, algo que marcó profundamente nuestra experiencia fue nuestro entorno de prácticas. En estas dos semanas, las técnicas que nos formaron fueron amables en el recibimiento, así como Julen que era la persona responsable en la residencia. Pusimos en practica lo que nos enseñaron en el curso de TAPD, de una manera mucho más directa, con personas reales. Comprobamos la importancia de la
empatía, la humanidad y la paciencia.
La convivencia con personas mayores nos enseñó el valor del tiempo. Aprendimos a actuar en momentos de crisis, a mantener la calma y a tomar decisiones rápidas, pero también a mirar a los ojos de personas que después de toda una vida necesitaban nuestro apoyo y profesionalidad.

Toulouse nos recibió con los brazos abiertos. Cuando no estábamos trabajando en la residencia, aprovechábamos para recorrer la ciudad en bicicleta. Sus calles, el río Garona, el ambiente vibrante de sus plazas y su mezcla de arquitectura antigua con modernidad nos conquistaron desde el primer día. Hacíamos recorrido gastronómico visitando los restaurantes tanto del centro de la ciudad como el extrarradio.
Llevarme la furgoneta y la bicicleta me brindo unas posibilidades que sin ella no habría podido realizar, me fui de viaje a Leucate un lugar maravilloso en la costa este de Francia a dos horas de Toulouse.
Este Erasmus no solo me dio herramientas profesionales, sino que me recordó que nunca es tarde para empezar de nuevo. Viajé buscando una formación y regresé con una transformación. Porque vivir en Toulouse, compartir con Gisela cada kilómetro y cada experiencia, y convivir con quienes están al final de su camino vital, me enseñó que la vida se trata precisamente de eso: de estar presentes, de aprender de los demás y de seguir moviéndonos, en bici, en furgoneta o con el corazón.